jueves, 13 de septiembre de 2012

Siete días con Sísifo.

Primer día

Una roca desciende entre la niebla y se descubre ante mi. Su tamaño mayor que tres hombres y su aspecto abrupto y seco. Tras ella un ser que se debate entre el hastío y la desesperanza. Su torso habla de los años pero su boca aun no dice nada. Nos miramos la roca, el hombre y yo, la niebla se dispersa y se alza una gran montaña con pendientes imposibles.

-Soy Sísifo -me dice en un tono serio, cabizbajo, pero digno-, y los dioses del averno me condenaron en la eternidad a subir esta gran roca jornada tras jornada a la cima de la montaña que ves tras de mi. Cuando alcanzo la cima la roca se tambalea en ella y cae por la ladera opuesta de la montaña.

No acierto a entender que es la eternidad con el hombre que tengo enfrente.

Segundo día

Sísifo suda, su pelo rizado acompaña las gotas hasta que ya no pueden con su propio peso y caen a la tierra de la montaña. Esta vez acompaño a la roca y al hombre en su arduo caminar.

- ¿Por qué no dejas la piedra a los pies de la montaña e intentas escapar?
-Chico,-con una indiferencia que contrasta con mi inquietud-, el alba ocurre cuando asciendo, en la cumbre es la hora del Sol y al descenso el ocaso de cada día. Sin mi no existirían los días.
-¿Y cuando mueras?
Ahora Sísifo cierra los ojos, no por el esfuerzo, sino para no derramar sus lágrimas sobre la montaña que parece ir inclinándose a medida que avanzamos sobre sus lomos.
- Soy un dios.

Tercer día

-Esto que haces es aburrido
-¿A qué te refieres, muchacho?
-la gran roca, la montaña...
Una sonora carcajada premia mi ignorancia.

Cuarto día

Me situó delante de la roca, asciende y gira, impulsada por la fuerza de Sísifo. Plantas de varios colores trepan por sus irregularidades. Huelen al alba.

-Son maravillosas, ¿verdad muchacho?.La piedra retiene las semillas de la montaña y las germina en su interior, cuanto más avanzo más plantas me acompañan en el camino.

Quinto día

Sísifo se detiene por primera vez en los cuatro días que estoy allí. Al ocaso, me señala la roca con un gesto paternal, mostrando su roca con orgullo, con la palma de la mano hacia arriba, con una postura natural de la mano.

A unos pasos de la gran mole de tierra acumulada por los días de Sisifo, me detengo observando su calibrada redondez.

En la piedra ,no veo el viento, pero veo moverse las nubes. Unos pequeños riachuelos parecen brotar de sus grutas, miles de colores la tiñen al atardecer y por la noche los azules son los protagonistas, la luna es mas nítida reflejada en la piedra que en el propio cielo.Cielo que se me pega en los párpados, y el tiempo...oh, el tiempo, no veo el tiempo, pero veo caerse las hojas en la sombra de la piedra de Sísifo, junto a mis lágrimas.

-Yo creo cada día la belleza para quien quiere verla, pero no es fácil querer. Mi esfuerzo físico es el reflejo del esfuerzo que deben hacer al observar y cada lágrima que se derrama al amar las cosas riega las plantas y conforman los ríos.

 Mira al suelo errante y comienza un nuevo ascenso.


Sexto día 

-Sí la tarea que desempeñas es tan importante,¿por qué sufres? , lo noto en tus gestos leves.
- Porque no puedo soportar tanta belleza.

Veo llorar a un dios.

Séptimo día

Polvo en el aire, la luz en el aire, el cielo en el aire, la luz en el polvo; Sol a años luz, parado por una hoja; Sombra, bajo las hojas, hoja sobre la tierra, hierba en la tierra, gente en la hierba, herrumbre en la gente, herrumbre en la tierra; Ocaso, aire en la tierra, polvo en el aire.





Advertencia para el lector: El origen del texto es incierto, pero no por ello irreal. Se encontró perdido entre las páginas infinitas de un libro amarillento donde se escribía reglón tras reglón 1 2 3 4 5 6 7, tantas veces como era posible en cada hoja y siempre dejando un espacio equivalente al tamaño de los números entre una línea y su posterior. Expertos han concluido que podría tratarse del último calendario de nuestra civilización. Los lectores que no se identifiquen con el relato seguirán  viviendo la ru(t)ina de los días, con un calendario con demasiados datos para hacer éstos atractivos. Para el resto de lectores, los días solo serán un número del uno al siete en un bucle tan inabarcable como sus pensamientos y las consecuencias de observar intensamente la piedra que levantan cada día, terriblemente bellas.